Puede apreciarse la situación del tráfico, tan diferente de la actual. Diríase que el guardia está haciendo gimnasia en vez de regular la circulación. Además la calzada es compartida por igual por vehículos y por peatones, y así funcionó siempre la genuina plaza de Vega. Lo lamentable es que nadie hiciera una previsión de necesidades futuras (tal vez porque la zona Norte tenía la exclusiva en ese tipo de cosas, lo que también explicaría que se consintiera durante siglo y medio un crecimiento desordenado de la zona sur de espaldas a la realidad del ferrocarril, perpetuando graves problemas urbanísticos). Así, al tráfico de varias carreteras nacionales, se une el tráfico doméstico, agravado por las peatonalizaciones sucesivas del centro Norte, sin habilitar alternativas paralelamente, desnaturalizando esta parte del centro de ciudad. Resulta sorprendente, por ser una constante histórica, la notable asimetría al acometer los problemas urbanísticos en el Sur, respecto del Norte (Norte: actuaciones permanentes –con desigual acierto-. Sur: eternos retrasos y desidia, salvo para la “operación ladrillo” de turno). Sobre ello podrían escribirse libros, que explicarían cómo este presente tiene una perfecta explicación histórica. Menos mal que no se trata de Segovia,, porque entonces seguiríamos usando el acueducto romano para la acometida de agua, eso sí, con unos hermosos colectores de hormigón en su parte superior para “adaptarlo a las necesidades”. Claro está, eso si el acueducto cayó del lado Sur, que si estuviera en el Norte hace tiempo que estaría inactivo, rodeado de jardines y cubierto de macetas...permítaseme este irónico comentario.
Todo esto está muy bien pero por qué, a día de hoy, deberíamos preservar la casa de plaza de Vega 6, junto con su alineación histórica. Sería lamentable que esta superviviente, que ha llegado hasta nuestros días en toda su autenticidad, fuera finalmente a sucumbir víctima de... la especulación, que no por vejez o por los avatares históricos.